miércoles, 8 de agosto de 2012

En pie de guerra

Vivimos tiempos vagabundos y confusos que nos marean y nos rodean con mil idea que no nos dicen nada. Tiempos que tratan de ofrecer una vida fácil y libre de sacrifico pero que realmente requiere un esfuerzo mayúsculo. Las “virtudes baratas” rigen el ritmo de nuestras rutinas. El altruismo considerado, la hipócrita caridad, el rencoroso perdón y la alegría despótica toman las riendas de nuestros carros y nos conducen por este camino de incesantes trampas afiladas y lagunas morales. Estamos en pie de guerra.
 
Un pie de guerra que se sostiene sobre muchas, demasiadas, falanges. El odio se establece cómo la primera gran guerra que impera en nuestras calles. Esa repulsión, que por cierto todo sentimos, respecto a cualquier medida o acción que el prójimo haga ha llegado a unos niveles insostenibles para la espalda de cualquier corazón. Las limitaciones físicas de los sentidos y la falta de un puro, y también controlado claro, ascetismo nos estancan en un gran lagar de odio, donde cualquier sentimiento antónimo es trinchado y remachado.  Y lo peor de toda esta guerra es el silencio. El silencio en el que la envolvemos. No seríamos capaces de mostrar todo nuestro odio hacia una persona, o quizá algunos si, pero sí permitimos que abrase todo nuestro interior quemando a su paso todo lo honesto y limpio que guardamos.
 
Tenemos otra guerra aparte del odio. La guerra de ideas y valores. Se han perdido las máximas y los axiomas. Han desaparecido. Los hemos borrado. Hoy se alza ante nuestros ojos, vacío ya de expectación, toda una maraña de ideas y valores antagónicos los unos de los otros que luchan por escalar más y más arriba en los estatus sociales y las mentes de la población. Pero para escalar necesitan extirpar cualquier competencia que pueda llegar más arriba que ellas mismas o incluso cualquier competencia que exista. De esta forma tenemos una compleja guerra de ideas, valores, sentimientos, emociones, etc., que no permiten una convivencia con otras diferentes de ellas y, así, tenemos una aniquilación masiva del respeto, la libertad y, sobretodo, la libertad de expresión.

Una tercera y última guerra, no quiero alargarme más, sería todo el negativismo conglomerado de las malas situaciones que estamos viviendo. El mundo es nuestro  hogar y lo estamos viendo caer piedra a piedra. Y lo peor de todo es que muchas veces somos nosotros quienes tiramos de las piedras hacia fuera y somos más que conscientes de ello. Las guerras físicas, las revueltas violentas, la crisis, convertida ya en guerra también, económica, y todo ese malestar que se respira e incluso tapona los ojos de todos cuantos puedan ver y sentir la situación. Esta guerra actúa, además, como base nodriza de las dos anteriores. El odio comentado en la primera guerra y la incesante lucha entre ideas y valores antagónicos descienden de sus altivas nubes de pomposidad a esta tercera guerra para nutrirse y tomar más fuerza. Engordan más sus agravios y agrandan su mala vanidad.

Seguro estoy de la existencia de muchas más guerras fácilmente plausibles en nuestro efímero imperio que es el mundo pero prefiero no sacarlas a la luz y dejarlas en su lugar. Prefiero que cada uno examine la situación y trate de verlas por sí mismo. Y cuando las vea no cruce sus brazos y siga caminando estas calles tan enrojecidas. Simplemente, que luche y que muestre una disposición y una voluntad a esta lucha. Estamos en pie de guerra. Nuestro pie de guerra. Creamos que si queremos podremos moverlo de donde está.

Medios de comunicación y represión (con Félix Benlliure)

Félix Benlliure (Terrassa, 1935) es doctor en teología y escritor. Durante muchos años ha ejercido cómo pastor de la iglesias evangélicas de Zaragoza y Mollerussa. Proviene de raíces francesas, por parte de madre, y cursó sus estudios en el European Bible Institute, de París, y la Theologycal Univerity of America, en Iowa. Siempre ha sido un fiel seguidor de la información a través de los medios de comunicación y, por esto, ha representa un testimonio directo de la represión ejercida sobre tales medios en la época dictatorial en España.  A través de esta entrevista, el señor Benlliure expone una situación y realidad históricas, más que visibles, en el lento y aletargado alcance de la libertad en nuestros medios de comunicación.

Jonatán S.: ¿Cómo era el consumo mediático de la sociedad cuando usted era jóven? ¿Ha variado mucho respecto a la fecha?
Félix Benlliure: Yo marché con 18 años hacia París a estudiar. Era un niño. ¿Tú sabes lo que es verte siendo un niño en una ciudad como París? Entonces hasta los 18 años, cuando marché, en España sí que vi un consumo muy escaso de prensa, sobre todo. Pero una vez dentro del seminario en Paris, no pude fijarme tanto en aquello que compraba o dejaba de comprar la sociedad, puesto que estaba ensimismado en los estudios. Aún así, se tiene que tener en cuenta que en aquella época la economía estaba muy mal. Un obrero ganaba unas doce pesetas y el diario ya te costaba 25 céntimos. Quién compraba el diario era porque se lo podía permitir, es decir, gente de dinero. Además, todos los diarios que había eran del movimiento nacionalista, como por ejemplo La Solidaridad Nacional. Las clases trabajadoras no podían leer el diario. Y con la radio pasaba lo mismo. Lo escuchaba quién podía comprarla. Se utilizaba, sobre todo, para noticias y música. La primera radio que tuvimos en casa fue en 1948. Éramos pobres. Podría decir que ha cambiado respecto a la actualidad en el sentido de las tiradas de los diarios. Antes un diario te hacía una tirada de 3000 ejemplares. Ahora te hace tiradas de medio millón. Ha cambiado muchísimo, sobre todo por las condiciones económicas. Ahora todo el mundo puede gastar 1’50 euros. Antes, casi nadie podía gastar 20 céntimos.

JS: ¿Cómo dependía la sociedad de su época de los medios de comunicación?
FB: La dependencia era escasa, como decía antes, porque la economía no daba más de sí. Ahora vas a un bar y tienes un montón de diarios para leer. Lo puedes comprar, como yo, o, incluso, leerlo por Internet. Tengo un amigo que cada día compra cuatro diferentes. Antes quién podía comprar uno sólo era considerado un privilegiado. Aún así, francamente, pienso que la prensa escrita irá a menos y los libros serán sustituidos por nuevas tecnologías como, por ejemplo, el iPad o el eBook.

JS: ¿Cree que la sociedad actual depende demasiado de los medios de comunicación? ¿En que lo ha notado? ¿Podría decir desde hace cuánto?
FB: Esto depende de la época. Por ejemplo, ahora que ha habido elecciones generales, la gente ha comprado prensa para informarse. Cuando hay noticias excepcionales, aquel día la gente compra prensa y revistas y consume más medios. Ahora bien, España es un país donde no se lee. Se consumen muy pocos libros. Está todo digitalizado. Una persona puede encargar un pedido por Internet y tenerla en casa dos días después. También hay un consumo muy extenso de programas de televisión ligeros. Aquí es donde yo veo que hay una dependencia. Sólo hay que fijarse en el share de cadenas como Telecinco, La Sexta, Cuatro, etc...La gente pasa las noches en cadenas como estas. Pero por el resto de programas informativos, documentales y otros medios de comunicación, como los escritos, no veo que haya dependencia. A pesar de que también depende de la edad del público consumidor. Podría decirse que este aumento de consumo de prensa, televisión y otros medios empieza a aparecer a partir de los años 80. Ha ido in crescendo, supongo que por el hecho económico, también. Me refiero a que, por ejemplo, hay quién tiene sólo una televisión en casa. Yo tengo cuatro y creo que esto también influye directamente en el consumo. Es lógico.

JS: ¿Los medios de comunicación actuales son más o menos profesionales que los de antes?
FB: Los medios de comunicación han hecho un giro de 180º. Ahora son mucho más profesionales gracias a las constantes mejoras que se han ido realizando en el sistema educativo y en las diversas escuelas universitarias. Han ido surgiendo grandes profesionales en el mundo del periodismo y ahora hay muchos periodistas que son muy buenos. También hay de malos pero son muchos más los buenos, es claro. La preparación de sus trabajadores ha supuesto un gran cambio en los medios de comunicación. Trascendental diría yo.

JS: Hábleme de los medios de comunicación que existía cuando era un estudiante.
FB: Que yo recuerde, sólo había radio y prensa. La televisión no apareció hasta la década de los 50 y no se popularizó hasta el segundo lustro de los 60. Además yo no consumía prácticamente nada de medios porque estaba en el seminario estudiando. Aún así, no eran ni la radio ni la prensa de ahora. Ahora hay una serie de profesionales que han hecho muchos cambios positivos. Sobre todo en términos de radio. Por lo que a  prensa respecta, no se nota tanto porque siempre ha habido buenos periodistas, como Carlos Sentís. Por ejemplo, yo solía leer La Vanguardia y Pueblo, pero no de forma asidua, sino cuando uno podía.

JS: ¿Ha tenido acceso a los medios de comunicación siempre que lo ha deseado o ha sufrido alguna especie de restricción en su vida?
FB: Sí, siempre he tenido restricciones económicas para leer el diario y consumir otros medios. Esta situación, gracias a Dios, ha cambiado en la actualidad porque ha habido un cambio importante en lo que a clases sociales nos referimos. Antes, la clase obrera era mucho más pobre que en la actualidad. Las clases sociales han influido siempre mucho en el consumo de los medios.

JS: ¿Cuál era el medio de comunicación que usted consumía más cuando era joven? ¿Por qué?
FB: Te invito a que lo adivines.
JS: … ¿la radio?
FB: Efectivamente. La radio, por supuesto. Porque estaba más a mano. Era lo más popular. Tú podías comer y escuchar al mismo tiempo las noticias. O, quizás, estabas trabajando y, al mismo tiempo, te informabas. Era el medio más asequible. A pesar de que no era de fácil acceso. Todo era difícil de conseguir. Si yo me hubiera quedado en España no sé si mis padres hubieran podido pagarme la universidad. La radio, igual que el estudio y los bienes más básicos como la ropa limpia, eran un privilegio en aquella época. Lo único que era de fácil accesibilidad era hacer el servicio militar, como nos tocó a muchos.

JS: Descríbame los medios de comunicación durante el franquismo.
FB: La gran mayoría eran del movimiento nacionalsindicalista y franquista. Había censura. Lo censuraban todo y allí no pasaba ninguna noticia ni ningún libro hasta que no lo dijeran. La gente tenía miedo porque todo lo que se creaba tenía que pasar por la censura. Si te tachaban, por ejemplo, no podías publicar tu libro. Fue a raíz de la publicación de la ley de prensa e imprenta por el ministro Manuel Fraga Iribarne, conocida como la ley Fraga, en 1966 cuando se desató un poco esta censura y, paralelamente, surgió un proceso de reducción de la presión sobre otras religiones que no fueran la católica romana en España, de la mano del ministro Fernando María Castiella, cosa que también afectó a la participación de otros sectores del pueblo en los medios de comunicación y la literatura. Pero si quieres una palabra con la que pueda describir los medios de masas en la época franquista es esa: censura.

JS: ¿De qué manera cree que la censura de la época afectó a los medios de comunicación?
FB: La censura fue muy severa. Afectó mucho. La gente tenía miedo a la hora de publicar un libro, hacer pública una noticia, emitir una película, etc. Se esparció un miedo general en todos los medios de comunicación y, sin lugar a dudas, afectó la evolución. Recuerdo que no se podían tratar, tampoco, temas religiosos ni políticos. Todos los escritores tenían miedo a la censura. Se tiene que tener en cuenta que desde el fin de la guerra en 1939, Franco implantó una censura muy fuerte que provocó miedo en muchos escritores y periodistas. Aún así, no estoy seguro de que se hubiese publicado más si no hubiera existido la censura. Lo único que se seguro es que la gente habría conocido la verdad y se habría enterado de muchas cosas que la censura no permitía. La censura limitaba todo. Las publicaciones contrarias al régimen se hacían desde el exterior, como por ejemplo el editorial El ruedo ibérico, que publicaba desde París, y la estación de radio Radio España Independiente; estación pirenaica, que emitía desde la Rumanía de Ceaucescu.

JS: Usted ha vivido de pleno la gran evolución que los medios de comunicación  han hecho. ¿Podría considerarla? ¿Cree que continuará esta innovación?
FB: A mí me gusta la prensa seria y hoy en día se publica mucha tontería y mucha propaganda. Antes también, pero quizás no tanto. Por ejemplo, creo que quedaba mejor la publicidad cantada de antes de que no las llanuras publicitarias que aparecen hoy en día en los diarios. Pese a esto, en general creo que sí que ha habido una evolución positiva. Hoy en día, los medios de comunicación son libres y también hay más papel. Antes un diario eran dos hojas grandes dobladas. Ahora el diario pesa. Tiene más “chicha”.
La tecnología evolucionará y no tardará 50 años como han hecho estos medios de comunicación actuales. Todos los descubrimientos nuevos que se han hecho han sido por investigaciones hechas por los americanos que nacen y provienen de la época de la llegada del hombre a la luna. El progreso de la técnica ha sido la investigación que los hombres han hecho para llegar a la luna, especialmente rusos y americanos. Es el punto de partido de todo este bombardeo de tecnologías innovadoras que estamos recibiendo. Y, por supuesto, no es eterno pero tampoco efímero.

JS: Por último, señor Benlliure, díganos qué espera usted de un medio de comunicación.
FB: Que me informe de manera veraz de lo que está sucediendo. Que las noticias estén ampliamente contrastadas y garanticen una veracidad necesaria.

Pues a parte de felicitarle por los dos grandes trabajos de Los Hugonotes y Bosquejos de doctrina bíblicos, tan sólo me queda agradecerle su tiempo, paciencia y atención y desearle bendiciones.








Entre pétalos y proyectiles

El mundo está con la espada a la pared, o al menos eso es lo que nos quieren hacer creer. Recibimos día tras día un alud de negativismo y pesimismo camuflado entre las noticias y los informativos. Este negativismo/pesimismo se expande en la sociedad, por desgracia, como el buen perfume entre los residuos. Estamos expuestos a un flujo sobreabundante de informaciones y noticias y no somos capaces de percatarnos de todas ellas. Es una pesada e imposible faena tratar de asimilar todas esas noticias. Además este flujo nos conlleva a un descenso de nuestra calidad cómo críticos y analistas en cuanto a valorar la situación presente nos referimos, ya que es tal la cantidad de ideas y miedos que se nos infundan en las informaciones que somos, y seríamos, incapaces de corresponder a todas las noticias tal y como estas lo requieren.
 
Vamos recibiendo bofetadas. Tenemos los caminos repletos de clavos punzantes esperando que alguien sea tan ingenuo de dejar que su pie se clave en ellos. Nos lanzan proyectiles de todo tipo y de todas partes bajo el cartel de “noticias informativas”. Nos bombardean asiduamente y llega un punto en el que el chaparrón es insostenible. A través de todas esas “noticias informativas” que traen consigo algún que otro regalo, como por ejemplo el miedo o una visión apocalíptica de todas las cosas,  se nos infunda un estado de alarma constante. Vivimos esperando desastres, y a veces con los pies de lleno en uno de ellos. Se nos incluye en una lucha que no queremos ni nos interesa.

Si un mercado cae se nos hace caer con él. Si un país, normalmente más poderoso que otro, muestra un punto de vista negativo hacia otro cruzamos la línea que nos separa de esa idea y nos miramos al país declarado “malo” con recelo.

Si se nos dice que los gobiernos están actuando bien y están haciendo lo que pueden puede que sigamos dudando de ellos pero nuestras ideas muestran un estado más satisfactorio hacia sus acciones. Eso sí, al día siguiente se nos vuelve a recordar, por enésima e innecesaria vez, la precaria situación del país y nos alzamos cómo leones desde nuestros sillones clamando al cielo y en busca del cuello de alguno de nuestros dirigentes.

En general, se nos lleva a un estado de austeridad y desenfreno. Se nos arrebata la ilusión de caminar el camino y en su lugar colocan un sentimiento extremo de frenesí. Nos dan continuamente cal y arena, mezcladas tras la misma tapa, en el mismo tazón. Y nosotros, debemos ser ciudadanos kane que se lo traguen todo y sin rechistar.

Hoy Siria es un país prometedor para los acuerdos de la venta de petróleo. Mañana es una voraz dictadura que solo hace que chupar vidas. Hoy el rey es un irresponsable que muestra indiferencia por los animales de este mundo en Botswana. Mañana es una figura clave para el estado que se reúne con los líderes sindicales del país para escuchar sus quejas y lloros. Hoy Rajoy es el futuro. La gran promesa que nos arrebatará de las manos de la crisis. Mañana es el temible y despiadado “hombre del saco” que todo lo recorta. Hoy la economía esta hundida y el rescate es inminente. Mañana, la misma economía no tiene ningún en valerse por sí misma. Hoy nos regalan flores. Mañana nos enseñan proyectiles.

Vivimos en un círculo vicioso. La especulación que se muerde la cola. La realidad violada y transgredida sin ninguna especie de pudor  o recato. Por suerte la realidad nace en nuestras mentes y de ese punto de partida nosotros somos los encargados de expandirla como un lienzo hacia el camino que caminamos.