viernes, 21 de septiembre de 2012

Teorías de la normalidad

En estos últimos días no puedo sacarme de la cabeza toda una serie de ideas concretas que me acompañan y me siguen vaya donde vaya. ¿Qué es normalidad?, resuena una y otra vez en mi mente. Según la Real Academia Española el término “normalidad” hace referencia a la cualidad o condición de normal. A su vez, la palabra “normal” queda definida como  cualquier cosa que se halla en su estado natural. O sea que si se halla en su estado natural es porque no ha sufrido ningún tipo de alteración ni cambio sino que desde un principio esa determinada cosa se presentó de la misma forma que muestra ahora. Aclaro que por forma no me refiero únicamente a la forma física de la cosa sino que también quiero abarcar las características y cualidades específicas que presente. Tengamos este texto de base pues bien lo habremos de recordar a lo largo del texto.

Ahora que conocemos el significado íntegro de los conceptos “normalidad” y “normal” quisiera que diésemos un paso más y nos detuviésemos  en la siguiente cuestión: ¿Qué es lo que considero normal, y que por lo tanto entra dentro de lo que es la normalidad? Planteo esta pregunta puesto que, aparte de estar muy relacionada con el primer párrafo del texto que ya hemos discutido, la considero necesaria para la actualidad, así como también considero que debería haberse realizado en cada una de las épocas de la historia global, independientemente de lo que las fronteras, los idiomas y el dinero separasen. Pero ¿por qué considero dicha pregunta necesaria para nuestra actualidad más reciente?
Bien, como todos hemos podido percibir estamos bajo uno de los mayores nubarrones de la historia. Cuando alguna persona, o nación en este caso, tiene una nube del tamaño de la que estamos viviendo sobre su cabeza ¿no va a tratar de construirse un techo antes de que comience la descarga? Eso sería lo normal. Pues bien nosotros no sólo no tratamos de construirnos dicho techo sino que encima no hemos quitado el sombrero y nos estamos arrancando el pelo de la cabeza, como si quisiésemos mojarnos todavía más. Estamos caminando en el sentido contrario a la normalidad, hasta tal punto que aquello que es y debería ser lo normal lo hemos convertido en anormal y viceversa.

Y digo esto porque, francamente, no creo que sea normal el sistema que estamos llevando, o al menos la organización y administración que estamos haciendo de él. Habrá notado el lector que utilizo en cada verbo una tercera persona del plural que puede resultar incómoda. Pero que nadie se alarme porque este escrito no es ninguna culpa que yo quiera cargar en nadie. Simplemente es un, como bien indica su título, manifiesto que hago con la convicción de que estoy en lo correcto.
La normalidad, lo que realmente debería ser normalidad, queda muy lejos de nosotros. El porqué es muy simple: no estamos haciendo lo normal. Violamos la normalidad una y otra vez con todas y cada una de nuestras faltas, desde la cúpula del gobierno hasta el ciudadano de a pie.
No es normal, ni puede serlo, que una persona no pueda acceder a unos estudios universitarios o de otro tipo. No es normal que una persona no pueda comprar un determinado producto alimenticio o higiénico. No es normal que la mitad de los jóvenes de un país permanezcan largas horas en la fila de las oficinas de desempleo. No es normal que a unos pocos les sobre y a otros muchos les falte lo básico. No es normal que un rey continúe viviendo de su pueblo cuando conoce perfectamente que la espalda de éste no puede cargar con nada más. No es normal que el presidente del gobierno y sus ministros realicen actos totalmente contrarios al deseo del pueblo; pueblo gracias al cual tienen su cargo de gobernantes. No es normal que la cura de una situación de crisis como esta salga de las estructuras básicas de cualquier sociedad como son la sanidad y la enseñanza públicas. No es normal que el denominado “progreso” nos esté ahogando hasta acabar con nosotros. No es normal que las ayudas que se otorgan no se controlen al clarear el sol  en la mañana y al llegar a la noche se hayan denegado y finiquitado todas ellas. No es normal que se rescate a un banco por partida doble creando un agujero de 9’5 millones en las arcas públicas. No es normal la voz que calla ante todos estos hechos y no es normal que quiera acallarse la voz que protesta en contra de todos ellos. No es normal que se pierda tanto tiempo en simples placebos y nadie se atreva a dar un paso hacia la verdadera solución. No es normal.
Si tuviese que seguir con el listado blogger cerraría mi cuenta por sobresaturación. Pero me conformo con lo que aquí he podido exponer y esta misma noche firmaba en cualquier papel para que las anomalías aquí nombradas, únicamente esas, sin contar las demás, pudiesen solucionarse y evolucionar hacia un estado de correcta normalidad.

Agredimos la normalidad. Basamos nuestra sociedad y sus estructuras básicas en la anomalía y esto conlleva un grave peligro: que una mañana despertemos y ya no sepamos distinguir si realmente es normal lo que estamos viviendo o no lo es.