viernes, 17 de mayo de 2013

Hitler, el débil

Por excelencia, cuando se piensa en el concepto de totalitarismo o se escucha esta palabra, acostumbra a venir a la mente la referencia del régimen nacionalsocialista, más conocido como nazi, de Adolf Hitler, que imperó durante más de diez años en la Alemania de principios de siglo XX. De hecho, de una manera u otra, hasta el cine lo corrobora

Estamos encerrados en el consumismo/teatrevesadespertar.wordpress.com
Además de Hitler, quien es claramente la cabeza, en la época coincidieron otras grandes personalidades del totalitarismo político y del fascismo, como Benito Mussolini, Francisco Franco, Mustafa Kemal Atatürk, Ioannis Metaxás o Antonio de Oliveira Salazar, entre, por desgracias, muchos otros. Cuando los alumnos de historia aprenden este periodo de dictaduras se les recuerda como la época de más sumisión, de mayor esclavitud y falta de libertades de la historia. 

Pero lo cierto es que Hitler era un débil y su totalitarismo era muy incompleto. Por no hablar de los otros dictadores nombrados en el párrafo anterior. Las dictaduras de principios de siglo creyeron haber consolidado a su población en un fuerte bloque unido bajo las doctrinas del partido gobernante. Mas en la práctica tuvieron que enfrentarse a revueltas y prácticas clandestinas que nunca consiguieron controlar del todo, y mucho menos vencer. Jamás pudieron alcanzar el objetivo de someter a toda la ciudadanía de sus respectivos países a una única ideología. Se alzaron con fuerza pero demostraron, a su caída, ser pasajeras e insostenibles. 

Ninguna dictadura, ni siquiera la de Corea del Norte con toda su oscura fama, ni siquiera la fantasía del Gran Hermano creada por George Orwell en 1984, puede superar el control totalitario del poder económico, que es el que padecemos ahora y desde siempre.  El dinero es y ha sido el gran dictador de todos los tiempos, superando a Hitler y a toda su camarilla de la época. Sobrepasando a reyes y a príncipes. La dictadura económica se alzado por encima de las políticas y se ha impuesto sobre toda la sociedad. 
La dictadura económica condena a muchos/ escritoresporlatierra.org

Cualquier dictadura hubiese deseado alcanzar el estatus y el grado de control que ha alcanzado el totalitarismo económico: tener a todos los ciudadanos del planeta sometidos bajo un mismo sistema y unidos en una única ideología: el dinero. La potencia de un consumismo sin ningún tipo de límites ni escrúpulos, y la anteposición de éste a otros aspectos más primarios y necesarios han servido cómo escenario a la dictadura que padecemos. No se ha creído en un sistema de comercio en el que se pudieran producir y consumir cosas sin que el consumidor abusase del productor. Y hablo del verdadero productor, no del fabricante o el comerciante. Del hombre, el niño o la mujer chinos que se pasan 15 horas al día en un edificio al borde del derrumbe apretando las tuercas y los chips del último iPhone 5 que mañana estará disponible en las tiendas de los países ricos y desarrollados, por ejemplo. 

Del nazismo cabía la posibilidad de esconderse. Aunque en muchas ocasiones resultaba inútil, había algunas posibilidades de salvar la vida. Ahora no existe ninguna. El dinero se ha impuesto de tal manera en los sistemas que es necesario para poder hacer lo básico: comer, vestirse, resguardarse bajo unas paredes y un techo, etc.. Y resulta imposible escapar de esta dictadura. Resulta imposible cambiar el sistema para que unos pocos dejen de enriquecerse tanto y tanto a costa de la pobreza y el sufrimiento de otros muchos. Resulta imposible comprar algo sin que detrás exista algún tipo de explotación o abuso. Parece resultar imposible consumir sin empobrecer. 

El dinero es el gran dictador/crisolplural.com
Y todos nosotros, "habitantes de un lugar llamado mundo", somos pequeñas piezas de esta dictadura. Pequeños soldados a su disposición. Una mínima comodidad y algún lujo tonto e innecesario sirven como soborno para hacernos callar y conformarnos. Entonces olvidamos que los siguientes podríamos ser nosotros. Los siguientes en caer en este sistema que elimina automática y sistemáticamente todo aquello que cree conveniente para mantenerse firme y a flote. 

Hitler era un pobre loco a los mandos de un ejército fugaz en comparación con el señor "Dinero" y su imperio. Resulta duro no acomodarse y no conformarse, pero cuando se comete alguno de estos actos se está dejando al enemigo rienda suelta para invadir los campos en que actuamos. Tan sólo existe una vía para luchar contra este sistema: plantarse y no ser débil, cómo era Hitler.