viernes, 25 de octubre de 2013

Mi confesión

Siempre he hecho alusiones bíblicas en mis textos y he peleado, a través de algunos de mis artículos, la hipocresía de la religiosidad. Pero nunca he hablado abiertamente de mi fe. De mi creencia. Y quiero utilizar unas cuantas líneas para explicar en qué consisten ambas. 

Mi madre era una acérrima católica, de las de andar descalzas en las procesiones, y mi abuelo llevaba a mi padre a una iglesia evangélica de forma clandestina, ya que con Franco todavía no se había acuñado el concepto de libertad de credo. Pero en 1984 abandonaron los caminos que habían seguido hasta el momento y descubrieron una nueva forma de fe, más plena y firme. Así que se bautizaron en una pequeña iglesia evangélica de Tarragona. Yo nací en el seno de esa familia con fe, pero nunca se me impuso nada. Siempre tuve libertad para elegir y nunca se me forzó a continuar en aquel camino

Aún así, comprendiendo el significado de aquella creencia, se me presentaron muchas evidencias de la existencia de un Dios al que no podía ignorar. Demasiadas e innegables evidencias de que existe un Dios vivo. La lectura y el entendimiento del evangelio me llevaron, finalmente, a comprender que el camino que quiero seguir pasa por Jesucristo, y así me bauticé hace poco más de cuatro años, el 29 de junio de 2009 ¿Qué es el evangelio? Este concepto hace referencia a la buena nueva, la buena noticia, de saber que Jesucristo se sacrificó, y luego resucitó, para el perdón de las faltas y las inquidades,mostrando un amor incomparable. Mi fe radica en creer que Jesucristo es Dios hecho hombre, entregándose a sí mismo a la muerte, para el perdón de todos. 

Sin duda alguna, un acto de fe. Parto de la idea de que todo ser humano tiene fe en algo. Hay quien tiene fe en hitos deportivos, musicales o culturales, hay quien tiene fe en su misma persona, hay quien tiene fe en lo material,etc..Yo he depositado mi fe en Jesucristo, y por ella he creído que se sacrificó por mí. Ese es el camino que sigo. Tratando de acercarme más al testimonio que el ofreció en sus días en el mundo; intentando ser un reflejo de lo que el transmitió. Dejando a un lado toda religiosidad y ritualismo, inventados por los hombres, concentrándome en seguir el ejemplo de Jesucristo. Ese es el camino que sigo, por el que vivo.

Entiendo que resulta complicado hablar de fe. Es algo intangible, invisible y, prácticamente, algo misterioso que parece escapar de nuestra lógica, nuestra razón y nuestro entendimiento. Pero eso no es más que el envoltorio. Al comprender qué significaba, verdaderamente, para mí la fe que sigo no tuve que apartar a un lado mi razón, ni mi lógica, ni mis conocimientos. No sufrí ningún lavado de cerebro. Por el contrario, sentí un resplandor, como si realmente comprendiese una parte de las cosas, que quedaba oculta o borrosa para mí. Sentí paz y liberación. Lo mismo que sigo sintiendo hoy. Esta es mi fe; Jesucristo. La que trato de explicar a todo el mundo, no intentando convencer de que es la mejor, sino brindando a todos la oportunidad para que la conozcan.