viernes, 3 de octubre de 2014

Carta a mis hermanas y hermanos de Iraq y Siria

Queridas hermanas, queridos hermanos,

os pido disculpas por la hipocresía que guardamos en occidente para tratar cualquier tipo de problemas exteriores, como el que os acecha constantemente a vosotros. Entre la herencia del "patricismo" romano (presente durante más tiempo en nuestro territorios que en Oriente Próximo), las monarquías imperialistas, el fraude del colonialismo y la extensa y variable trayectoria de movimientos políticos, nos hemos situado tras unas barreras que creemos que protegen nuestra "avanzada" sociedad, y en una posición de comodidad nos dedicamos a lanzar juicios de valor y falsas soluciones a discreción sobre montones de situaciones que apenas conocemos y ni siquiera hemos vivido.

Os pido perdón. En primer lugar por mi falta de empatía con vuestra circunstancia. Apenas dedico tiempo para pensar en vuestro sufrimiento y encontrar la forma de poder ayudar, más allá de las propuestas existentes y convencionales. Verdaderamente sois un ejemplo de fe, porque aún siendo perseguidos confiáis y no rechazáis a vuestros valores y creencias. Le pido a Dios que vuestro testimonio cambie el acomodamiento que muchos hemos adoptado en cuanto a la fe, en nuestros países de ese engañabobos llamado "primer mundo". También os pido disculpas por la hipocresía y falta de sensibilidad que mostramos ante el sufrimiento (tanto el vuestro como el de otros colectivos y personas). Nos encerramos en nuestra "cultura de la comparación", pesando en la balanza vuestro éxodo con la expulsión de judíos y musulmanes que hicieron los sádicos Reyes Católicos, olvidando que nuestro objetivo es condenar y abolir la violencia y la injusticia en general, sin hacer distinción de colectivos ni de zonas geográficas. 

Cada vez que abro mi Biblia o comienzo a orar pienso de qué manera puedo ayudaros, o sin más, hacerme yo también partícipe de vuestra carga. Cuando estábamos perseguidos durante la dictadura franquista, entonces sí batallábamos y luchábamos porque nadie intercediese en nuestra comunión. Ahora, nos hemos acomodado gracias a la falsa aceptación de la libertad de conciencia y de credo en nuestra sociedad, llegando incluso a olvidar el sentirnos afortunados por poder reunirnos para hablar de Dios y abrir nuestras Biblias sin que la amenaza de muerte nos rodee.

Es por ello que deciros "ánimo", o cualquier otra interpelación, desde la distancia, me resulta hipócrita e incluso vil. Por tanto, desde la intimidad de mi silencio,trataré de empatizar con vosotros, deseando encarnar en mi piel todos y cada uno de los males que atraveséis, rogándole a Dios que no permita que esta incomprensible situación continúe y cambiando mis pensamientos en vosotros, por acciones prácticas y efectivas que contribuyan al cese de vuestro padecimiento.

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