jueves, 23 de enero de 2014

Cada vez, más lejos

La distancia entre ricos y pobres es abismal y ha alcanzado valores desorbitados. Que cada vez existan más ricos y, por consecuencia, más pobres es un hecho ineludible, pero el punto hasta el que se ha llegado podría considerarse como un pre-genocidio a escala mundial. El crecimiento entre la clase rica y la más pobre es tan desigual que exige de multitudes de personas que vivan en la miseria por tal que un sólo rico pueda continuar siéndolo. Incluso es más exagerado que las escalas que se dan en los mapas. Podemos encontrar que un centímetro de papel se corresponde con mil kilómetros reales. En cambio, con la riqueza y la pobreza sabemos que para que 85 seres humanos vivan por todo lo alto, otros 3.570 deben luchar para sobrevivir.

Según los datos, un rico equivale a 42 millones de pobres (vozpópuli.com)
En el caso de España, estos datos se ratifican. Los veinte nombres más ricos poseen una renta igual a la del 20% de la población más necesitada. Es decir, que los veinte millones donados por Amancio Ortega a Cáritas hace prácticamente un año, además de hacerlo por tal de desgravarse de algunos impuestos, se correspondrían con los céntimos que podamos encontrar en los bolsillos de nuestros pantalones. El rico más rico y el pobre más pobre. La principal huella que suele dejar toda crisis. Así lo demuestra Estados Unidos, cuyo 1% del sector más pudiente acapara el 95% del crecimiento económico desde 2008. 

Cuando después del crack del 29 comenzaron a crearse las "Hooverville" a lo largo de las ciudades estadounidenses, el mundo entero se conmovió tras ver las imágenes de mares de chabolas ocupando inmensos descampados que parecían desiertos. El éxodo de la población de las ciudades, que se había quedado sin nada por el estallido financiero de la bolsa, hacia aquellas 'casas' fabricadas con planchas de aluminio oxidadas y situadas entre vertederos y escombros, parecía el vivo retrato de la pobreza y la hecatombe que podían resultar después de una crisis. Pero esa situación llevaba viviéndose durante siglos en África, en Asia y en Europa. Y continuó a lo largo del siglo XX. Parecía el fin de los tiempos, y ahora debemos afrontar una crisis igual de dura que aquella y con datos tan aberrante como estos, que muestran que casi medio mundo se muere de hambre para que menos de cien personas vivan con mucho más de lo necesario e imprescindible. 

La tierra es un diseño lo suficientemente inteligente y preciso como para producir lo necesario para todos y cada uno de los seres humanos que la habitan. Alimentos, ropas, un techo y paredes, etc.. El problema surge cuando unos sectores de la población desean acaparar lo que le pertoca al de al lado. Y al de más allá. Y al otro que está allí. Este bucle malicioso acaba concentrando los bienes necesarios para muchos, en unos pocos que creen haber sido más ágiles al conseguirlo ellos primero. Eso es robar. Lo que se está haciendo actualmente y lo que reflejan datos como estos. Nadie necesita lo que un rico tiene para vivir. Perfectamente se puede subsistir con mucho menos y manteniendo el estado del bienestar. Ese bienestar que tanto ha desaparecido. 
La pobreza requiere una solución inmediata (protestantedigital.com)

Que la pobreza es un problema, lo sabemos. Incluso nuestros más célebres mandatarios han llegado a esta conclusión. La que parece que no han conseguido alcanzar es la de solucionarlo, es decir, atreverse a despojar a los ricos de su sobreabundancia (esto les incluye a ellos) y repartirlo entre toda la población. Pero prefieren complicarlo asistiendo a Fórums, como el que tiene lugar estos días en Davos, dialogando y dialogando mientras las respuestas y las soluciones van caducando o muriendo por la edad. 

No podemos ignorar que la pobreza es una realidad que afecta a más de la mitad de personas en el mundo y de la que nadie, ni siquiera los ricos, están exentos. Mientras se aparten las miradas de su solución, continuarán ratificándose las cosas en este orden caótico que da más a los que ya poseen mucho y quita lo poco que tienen los que apenas cuentan sus propiedades con los dedos de una mano.