lunes, 10 de febrero de 2014

"El ladrón de palabras" de Brian Klugman

Enmarcada en el duro y competitivo mundo de la literatura, esta película acude a algo poco usual y que no suele encontrarse en las páginas de un libro; su origen. El director norteamericano apela por la historia que  hay detrás de un manuscrito encontrado por accidente, explicando paralelamente la historia del propio manuscrito. Pero, para no quedarse corto, incluye una tercera narración paralela que nos muestra una conjugación de las dos historias previas en el tiempo presente.

Cartel de la película (filmaffinity.com)
Dicho así parece algo demasiado difícil de comprender. Un lío sin resolución posible. Pero Klugman utiliza de manera única estas tres historias para confeccionar el tejido superficial y profundo de su película, que sin duda alguna es una obra de arte cinematográfica. 

Las tres historias están estrechamente relacionadas entre sí. De hecho, son el producto de una relación causa efecto que comienza con una de ellas y acaba con otra. No puede prescindirse de ninguna de ellas por tal que la trama resulta coherente y no pierda ni un punto de su brillantez. Ellas tres son una muestra de amores y desgracias, éxitos fracasados y metas que nunca llegan a alcanzarse, o tal vez demasiado tarde. El director sabe utilizar muy bien el valor del tiempo, hecho que reflejan las numerosas idas y venidas del presente al pasado más lejano y al ayer más cercano

Con el poderosísimo anzuelo de un escritor novel que intenta encontrar su oportunidad en mitad de la inaccesible industria editorial, Klugman sabe enganchar al espectador desde el inicio de la película. A partir de este punto el director norteamericano va liberando sus preparadas dosis de sorpresa y emoción en una historia de historias que no cesa de perseguirse a sí misma hasta llegar al final y su correspondiente colofón. Una visión de la vida convertida en mera literatura y, a su vez, un ejemplo de mera literatura que se convierte en vida.