jueves, 27 de febrero de 2014

La calma del Monasterio de Poblet

El frío de las montañas de Prades es seco e intenso. Detrás de unas grandes paredes de verdes y frondosos árboles, reluce un sol tenue y pálido, anegado por las nubes, que no calienta. El viento va despertando con el paso de las horas en la mañana, manifestándose a través de pequeñas pero punzantes rachas que parecen atravesar cualquier tipo de abrigo con el que pueda taparse el cuerpo. El monasterio yace en silencio mientras uno tras otro, van aparcando en sus históricos adoquines todos los coches, de gama alta, de los agentes de seguridad y de los responsables de prensa de la Casa Real.

Rápidamente los responsables de prensa se acercan a los medios. Después de presentarse comienzan a marcarles todos y cada uno de los movimientos que habrán de hacer por tal de seguir al príncipe Felipe a lo largo del acto. Me parece un tanto humillante, puesto que en el caso de mis compañeros de TV3, se tratan de profesionales que llevan más de veinte años en el mundo de la comunicación y estoy más que convencido que sabrán tomar los planos adecuados.

Felipe llegó con todos sus lujos a Poblet (elpaís.com)
Preguntan para qué programa estamos rodando. Nuestro operador de cámara responde que se trata de un informativo nacional, de aquí de Cataluña. Uno de los responsables de prensa le mira fijamente, escondiendo sus ojos tras unas gafas de sol muy grandes y oscuras, y dibuja una mueca como de asombro y de ironía al mismo tiempo. Parece haberse dado cuenta de que la existencia de la nación catalana es real. 

Entre miradas de complicidad con los otros reporteros y frías ráfagas de viento, llega Felipe. Los agentes de seguridad, con pinganillo de oreja incluido, se colocan formando un extraño óvalo y nos miran fijamente, con mucha atención. No entiendo porqué, puesto que los perros rastreadores ya han registrado las bolsas de las cámaras y los equipos. Primero llega un BMW 328i, color negro, de gama alta, seguido de dos Mercedes 220, también de gama alta, de color azul océano. De todos ellos bajan más agentes de la policía secreta y guardaespaldas. De pronto, aparece un tercero Mercedes que aparca frente a nosotros. El copiloto abre la puerta del pasajero de atrás, y Felipe baja del coche. Un caos de flashes y gritos coomienza a propagarse por los recobecos del monasterio. "Guapo", gritan un grupo de mujeres mayores que se encuentran visitando el lugar.
Una visita innecesaria con un despliegue innecesario (abc.es)

Tras estrecharse la mano con el abad, el cual dibuja una sonrisa cómplice que denota de todo menos preocupación, entra en el interior de la iglesia. Quince minutos después, el heredero de Borbón sale para saludarse con el poco público que hay y con la inmensa comitiva de actores políticos que le esperan. Están el alcalde de Reus (puesto que el acto es una reunión con la sociedad bicentenaria del general Prim), el delegado de la Generalitat en Tarragona, Joaquim Nin, y una infinidad de rostros que esperan a saludar y estrechar la mano del príncipe. 

A medida que van pasando las horas y que la comitiva queda cómodamente reunida, los periodista se van marchando y los coches de lujo van desapareciendo. Los agentes de seguridad siguen mirándonos con suma cautela. Es mediodía y ya  no hay más que hacer. En realidad, en ningún momento ha habido nada que hacer, más que contemplar la hermosura del bello lugar que es Poblet.